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LA HUIDA EN EL BOSQUE: LA RIÑA

bello y generoso de parte de Alán decirme: "Vete: yo soy quien corre el peligro mayor, y mi compañía tan solo aumenta el tuyo." Pero que yo le dijera al amigo que indudablemente me profesaba sincero afecto: "Tú estás en gran peligro, yo en poco; tu amistad es una carga para mí; vete pues y corre solo los riesgos y soporta solo los trabajos," no, eso era imposible; y de solamente pensarlo sentía enrojecérseme las mejillas.

Y sin embargo Alán se había comportado como un chiquillo, y lo que es peor, como un chiquillo traicionero.

Pedirme dinero mientras no me hallaba en mi cabal sentido, era punto menos que un hurto; y á pesar de eso, se iba arrastrando penosamente á mi lado, sin un cuarto suyo, é inclinado, según parecía, á aprovecharse del dinero que me había forzado á mendigar. Yo estaba dispuesto á compartirlo con él; pero me encolerizaba verle contar con mi buena disposición.

Estas eran las dos cosas que más ocupaban mi espíritu, y no podía decir una palabra acerca de ninguna sin caer en la nota de falto de generosidad. De consiguiente, adopté el partido peor, que fué el de callar y ni aun siquiera mirar á mi compañero sino á hurtadillas.

Al fin, cuando llegamos á un paraje en que el camino era más llano, Alán no pudo soportarlo por más tiempo, y acercándose á mí me dijo: —David, esta no es la manera como deben portarse dos amigos con motivo de un pequeño incidente. Debo decir que lo siento mucho, y ya esta dicho. Y ahora, si Vd. tiene algo contra mí, dígalo cuanto antes.

¡Oh! yo no tengo nada,—respondí.

Pareció desconcertado, lo cual no dejó de agradarme.