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PLAGIADO

●Cluny respondió que lo haría con gusto y me siguió ; pero parecía agitado y como fuera de sí.

—Y ahora, señor, antes de todo,—le dije,—debo darle á Vd. las gracias por su generosidad.

—Nada de eso, nada de eso,—exclamó Cluny.¿Dónde está la generosidad? Este es un asunto muy desagradable; pero ¿ qué quiere Vd. que haga yo, encerrado como estoy en esta jaula, sino ponerme á jugar á la baraja con mis amigos, cuando puedo verlos? Y si ellos pierden, naturalmente que no ha de suponerse.

● Y aquí hubo una pausa.

—Sí,—dije,—que si ellos pierden, Vd. les devuelva su dinero, y que si ellos ganan, se lo lleven en sus bolsillos. He dicho antes que le agradezco á Vd. su generosidad; pero me es en extremo penoso verme puesto en esta posición.

Hubo un corto silencio en el que parecía que Cluny estaba á punto de hablar, y al fin no lo hizo; pero el rostro se le iba poniendo cada vez más encendido.

—Yo soy joven, —le dije,—y le pido á Vd. su opinión.

Aconséjeme Vd. como si fuera su hijo. Mi amigo perdió en buena ley este dinero, después de haberle ganado á Vd. en buena ley gruesas sumas. ¿ Puedo yo aceptarlo? ¿Sería eso justo de parte mía? Vd. comprende bien que cualquiera de esos partidos que yo tome, tiene que ser muy duro para un hombre de pundonor.

—Es también duro para mí, Sr. Balfour, dijo Cluny, —que se me haga aparecer como á un hombre que atrapa en sus redes á la gente pobre que le visita. Ni soy hombre que invita á amigos á su casa para aceptar sus in-