dijo colérico, porque es gaélico puro. Pero se trata ahora de lo siguiente. Mis mozos dicen que el lado del sur está despejado, y se desea saber si tiene Vd. fuerzas para andar.
Ví las cartas sobre la mesa, pero no ví ningún dinero; solo un montón de papelillos escritos, y éstos todos del lado de Cluny. Además, el rostro de Alán tenía la expresión de una persona que no está muy contenta de sí misma, y empecé á sospechar que algo no iba bien.
—Yo no sé si estoy tan bueno como debiera,—dije mirando á Alán,—pero con el poco dinero con que contamos tenemos que andar un gran trecho.
Alán se mordió el labio y fijó las miradas en el suelo.
—David, dijo al fin,—lo he perdido: esa es la pura verdad.
—¿Mi dinero también? pregunté.
—Su dinero también,—contestó Alán con una especie de quejido,—Vd., no debió habérmelo dado. Yo pierdo el juicio cuando me pongo á jugar.
—Tú, tú, tú,—exclamó Cluny,—todo eso no tiene pies ni cabeza. Naturalmente que se le devolverá á Vdsu dinero y hasta el doble, si se habla de ese modo. Sería muy singular que me quedase con él. No es de suponerse que yo sea un obstáculo á dos caballeros en la situación en que se encuentran Vds.: eso sería realmente muy singular.
Y empezó á sacar monedas de su bolsillo, con el rostro muy encendido. Alán no decía nada, solamente tenía las miradas fijas en el suelo.
—Me hace Vd. el favor de salir á la puerta un instante, le dije á Cluny.