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CONTINÚA LA FUGA POR ENTRE LOS BOSQUES

Entonces supliqué y rogué que nos tendiéramos en el suelo á dormir.

—No hay que pensar en dormir esta noche, dijo Alán. Estos dragones continuarán su tarea y solo los pájaros podrán escapar de las tierras de Apín. Logramos evadirnos en tiempo oportuno, y ¿ debemos perder lo que hemos ganado? No, no: cuando el día llegue nos hallará en Ben Alder.

—Alán,—le dije,—no es falta de voluntad: son las fuerzas las que me faltan. Si pudiera, lo haría: pero no puedo, aunque me cueste la vida.

—Muy bien,—dijo Alán, yo lo llevaré en hombres.

Le dí una mirada creyendo que se chanceaba; pero no, hablaba en serio; y la vista de tal resolución, me avergonzó.

—Adelante,—exclamé, yo le seguiré.

Me miró como si quisiera decirme: ¡Bien hecho, David!

É inmediatamente nos pusimos en marcha. Con la llegada de la noche refrescó un poco la temperatura y hasta obscureció algo, si se considera que estábamos á principios de Julio, bastante al norte, y con un cielo despejado. El rocío era muy fuerte, lo que humedeció el terreno y me refresco un tanto. Cuando nos deteníamos para respirar y tenía tiempo de contemplarlo todo dormido, y veía la hoguera de los soldados convertirse en un punto luminoso en medio de aquel desierto de pantanos, se apoderaba de mí la cólera al pensar que aun tenía que arrastrarme todo adolorido y magullado durante horas y horas. Continué, sin embargo, la fatigosa jornada sin quejarme ni murmurar.