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PLAGIADO

Me sentía en extremo débil y con vértigos en consecuencia del largo tiempo que había estado expuesto á los rayos del sol. Aquí permanecimos tendidos un par de horas, todo adoloridos, débiles, y casi á la vista de cualquier soldado á quien se le hubiera antojado dar un paseo por allí. No vino ninguno, sin embargo, pues todos pasaban por el otro lado; de modo que nuestra roca continuó siendo nuestro amparo aún en esta posición.

Poco a poco comenzamos á sentir alguna fuerza; y como los soldados yacían á lo largo del río, Alán me propuso que tratáramos de ponernos en marcha. Lo único que entonces me inspiraba temor era la idea de volver de nuevo á lo alto de la roca; cualquiera otra cosa era preferible, así es que nos pusimos inmediatamente en marcha, deslizándonos de roca en roca, uno tras otro, ya arrastrándonos sobre nuestro vientre en la sombra, ya dando una carrera.

Habiendo hecho los soldados un examen de este lado del valle, á su manera, y sintiéndose quizás algo soñolientos en consecuencia del calor, descuidaron un tanto su vigilancia, y estaban cabeceando en sus puestos, ó solo fijaban su atención en las orillas del río; de modo que siguiendo el valle abajo y dirigiéndonos al mismo tiempo hacia las montañas, nos alejábamos poco á poco de su cercanía.

Pero el asunto era de lo más fatigoso que se pueda imaginar.

Era preciso andar con cien ojos para mantenerse oculto en un terreno tan quebrado y al alcance de las miradas de tantos centinelas. Cuando atravesábamos un espacio limpio, no solo era necesario andar muy aprisa, sino tener mucho cuidado donde se ponía el pie, pues como reinaba un profundo silencio, la caída de una piedra que comen-