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EL JOVEN DEL BOTÓN DE PLATA

su esposa no estaría tranquila hasta no verle de vuelta en casa. Los Stuarts de Apín son gentes muy singulares.

Le pregunté si eran peores que sus vecinos.

—No, respondió, y esto es lo más feo del asunto ; porque si Colín Campobello logra arreglar los negocios en Apín, tendrá que comenzar la misma historia en Mamore, que es la tierra de los Camerones. Es agente del Rey en ambos distritos y en ambos tiene que desalojar á los arrendatarios; y á la verdad, Sr. Balfour, para ser franco con Vd., creo que si logra escapar bien en un lugar, hallará la muerte en el otro.

Continuamos así hablando y charlando la mayor parte del día, hasta que al fin el Sr. Henderland, después de expresar lo agradable que era mi compañía y la satisfacción que experimentaba en haber conocido á un amigo del ministro Campobello, me propuso que pasara la noche en su morada no muy distante de allí. Para decir la verdad, me alegré en extremo, pues no deseaba mucho conocer á Juan del Claymore, y desde mi doble aventura, primeramente con el guía y luego con el caballero patrón del bote, tenía cierto temor de ponerme en contacto con un nuevo montañés de Escocia. Por lo tanto, acepté su proposición, y por la tarde llegamos á una casita solitaria junto al camino.

No bien llegamos á la puerta de la morada del Sr.

Henderland, cuando con gran sorpresa mía, pues me había acostumbrado á la cortesía de los montañeses, mi huésped se precipitó en una de las habitaciones, tomó un jarro y una cucharita de cuerno, y comenzó á tomar polvos de rapé en una cantidad excesiva. Después de estornudar varias veces, me miró con una sonrisa un tanto estúpida.