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LA ISLITA

rancia, volviendo al día siguiente como lo hicieron. Á no ser por los pescadores, allí habría dejado mis huesos, muerto de hambre y frío. De todos modos pagué bastante caro mi tontería, no solo con mis padecimientos, sino con la condición en que me hallaba: vestido de harapos, sin poder apenas moverme y con la garganta muy adolorida.

He visto infinitos hombres perversos ó necios; y creo que al fin todos han llevado su merecido castigo: pero antes que todo los necios.

LA ISLITA