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LA PÉRDIDA DEL BERGANTİN

Y precisamente en aquel instante el bergantín fué presa de la corriente y sus velas se desinflaron. El buque dió una vuelta como si fuera un trompo, y acto continuo chocó contra el arrecife con tal fuerza, que nos arrojó á todos sobre la cubierta y por poco hace caer al Sr. Riach de su observatorio.

Al momento me puse en pie. El arrecife en el cual encalló el bergantín estaba cerca de la punta sudoeste de Mull, frente á una islita que llaman Earraid. Á veces las olas se quebraban sobre el buque; otras veces lo hacían moverse sobre el arrecife, de modo que oíamos que se estaba despedazando; y con el gran ruido que hacían las velas, y el rugido del viento, y el brillar de la espuma á la luz de la luna y la idea del peligro que estábamos corriendo, creo que perdí casi el sentido, pues apenas comprendía lo que estaba viendo.

De pronto observé que el Sr. Riach y los marineros estaban ocupados con el bote, y al instante corrí á ayudarlos, y tan pronto como me puse á trabajar, recobré mi serenidad. La tarea no era fácil, porque el bote se hallaba en medio del buque y lleno de mil objetos diversos, y las olas que con frecuencia se rompían sobre nosotros nos obligaban á suspender nuestro trabajo para asirnos del bote y no ser arrastrados al mar. Entretanto, los heridos que no podían moverse empezaron á salir de la escotilla de proa como pudieron y se pusieron á ayudarnos, mientras el resto que permanecía inerte en sus camarotes nos destrozaba el corazón con sus gritos pidiendo que los salvaran.

El capitán no tomó parte en nada. Parecía que se había vuelto estúpido. Permaneció asido del cordaje,