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PLAGIADO

demostrado mucho valor durante la lucha; pero ví que eran valientes en su propia ocupación y los admiré tanto más cuanto que noté que Alán estaba muy pálido.

—Amigo David,—me dijo Alán,—esta clase de muerte no es muy de mi gusto.

—¡Cómo! Alán, le pregunté,—¿ tendría Vd. temor?

—No,—me respondió mordiéndose los labios,—pero tiene Vd. que confesar que es un fin bastante frío.

Por este tiempo, desviando el buque á un lado y á otro para evitar un arrecife, pero siempre cerca de la costa, habíamos dado la vuelta á la isla de Iona y empezamos á navegar á lo largo de la isla de Mull. Aquí la corriente era muy fuerte y fué preciso poner dos marineros al timón, pues no bastaba con uno, y el capitán mismo ayudaba de vez en cuando; y era un espectáculo extraño ver á tres hombres fornidos desplegar juntos todas sus fuerzas tratando de manejar el timón sin poder conseguirlo. Esto habría sido en sí un gran peligro si el mar no hubiera estado libre de obstáculos por un corto tiempo.

El Sr. Riach anunció, además, desde lo alto de su observatorio, que veía el agua limpia á proa.

—Vd. tenía razón,—dijo el capitán á Alán.—Vd. ha salvado el bergantín, señor; no lo olvidaré cuando ajustemos nuestras cuentas.

Y yo creo que no solo sentía lo que dijo, sino que lo habría cumplido. ¡Tan grande era el cariño que experimentaba hacia el Covenant! Pero estas eran solo conjeturas mías, pues las cosas tuvieron un fin distinto de lo que él pensaba.

—Desvíe Vd. el bergantín un rumbo,—gritó el Sr.

Riach, ¡ arrecife á barlovento!