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PLAGIADO

mismos, de manera que hoy es un delito llevar una simple capa suelta de tartán, y se puede mandar un hombre á la cárcel si lleva un par de zaragüelles. Pero una cosa no han podido matar, y es el amor que las gentes de un grupo profesan á su jefe. Estas monedas son una prueba de ello. Y si ahora se presenta un hombre, un Campobello, un Colín de Glenme de pelo rojizo.

—¿Es ese á quien Vd. llama el Zorro Rojo?—pregunté.—¡Ah! sí, ¡ ese es el hombre !—exclamó Alán con furioso acento.—Sí, se presenta, y consigue papeles del Rey Jorge para llamarse representante del Rey en las tierras de Apín. Al principio se hizo el pequeño, y fué bien recibido por Santiago Stuart, el agente de mi jefe; pero poco a poco se enteró de lo que le he referido, y supo á que los pobres labradores y arrendatarios se privaban de todo para enviar dinero á Ardiel y sus pobres niños.

¿Cómo calificó Vd. esta acción, cuando le hablé de ella ?

—La llamé noble, Alán,—le respondí.

¡Y es Vd. algo mejor que la mayoría de los Whigs !—exclamó Alán. Pero cuando lo supo Colín Roy, la sangre negra de los Campobellos empezó á hervir en él. "¡Qué!

se dijo,—¿ debe un Stuart recibir un bocado de pan, y no podré impedirlo?"¡Ah!¡ Zorro Rojo! si alguna vez te pones al alcance de mi fusil ¡ el Señor tenga piedad de tí!

Alán se detuvo aquí para calinar su cólera.

—Bien, David, continuó—¿qué hace ese hombre ?

Anuncia que se alquilan todas las propiedades, creyendo en su negro corazón que pronto conseguiría otros arrendatarios que pagarían más que los Stuarts, los Maccolls, y