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Encíclica

Siempre vino en ayuda de la Iglesia en todo momento, y la Iglesia siempre ha acogido y bendecido esta ayuda, aunque según los tiempos haya explicado de modo variado.

Y, de hecho, debe señalarse aquí de inmediato, que no todo lo que pudo ser útil, o únicamente eficaz en los últimos siglos, puede hoy restituirse de la misma manera: tantos son los cambios radicales que, con el paso del tiempo, se insinúan en la sociedad y en la vida pública, y tantas las nuevas necesidades que las circunstancias cambiantes provocan constantemente. Pero la Iglesia, en el largo curso de su historia. siempre ha demostrado luminosamente poseer una maravillosa capacidad de adaptación a las condiciones variables de la sociedad civil, de tal modo que, salvada siempre la integridad e inmutabilidad de la fe y la moral, e igualmente salvados sus sacrosantos sus derechos, se pliega y se acomoda fácilmente en todo lo que es contingente y accidental, a las vicisitudes de los tiempos y a las nuevas necesidades de la sociedad. La piedad, dice San Pablo, a todo se acomoda, posdeyendo las promesas divinas, así para los bienes de la vida presente, como por los de la vida futura: Pietas autem ad omnia utilis est, promissionem habens vitæ, quæ nunc est, et futuræ[1]

  1. I Tim. IV, 8.