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Encíclica

justos y legales la civilización anticristiana: reparar de cualquier manera los gravísimos desórdenes que se derivan de ella; devolver a Jesucristo la familia, la escuela y la sociedad; restablecer el principio de la autoridad humana como representante de la de Dios; tomar en serio los intereses del pueblo y especialmente de la clase obrera y agrícola, no solo inculcando en los corazones de todos el principio religioso, única verdadera fuente de consuelo en las angustias de la vida, sino cuidando de enjugar las lágrimas, suavizar las penas y mejorar la situación económica con medidas adecuadas; trabajar, por tanto, para asegurar que las leyes públicas sean informadas por la justicia, y se corrijan o repriman aquellas que se oponen a la justicia: defender y sostener en todo, con verdadero espíritu católico, los derechos de Dios y aquellos, no menos sagrados, de la Iglesia.

El conjunto de todos estas labores apoyadas y promovidas en gran parte por el laicado católico y diseñadas de diversas maneras de acuerdo con las necesidades de cada nación y de las particulares circunstancias en que se encuentra cada país, es precisamente aquello que, con un término específico, y ciertamente nobilísimo, suele ser llamado acción católica, o bien acción de los católicos.