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Encíclica

animar el otro con un celo cada vez más ardiente por una acción efizaz y para proporcionar la mejor solidez y difusión de las propias obras, será muy útil celebrar, de vez en cuando, de acuerdo con las normas ya dictadas por esta Santa Sede, los Congresos generales o particulares de los católicos italianos, que deben ser la manifestación solemne de la fe católica y la fiesta común de la concordia y la paz.

Nos queda tratar, Venerables Hermanos, otro punto de suma importancia, y este es la relación que todas las obras de acción católica deben tener respecto a la autoridad eclesiástica. Si se consideran bien las doctrinas que hemos ido desarrollando en la primera parte de esta Encíclica, se concluira fácilmente que todas estas obras, que vienen directamente en ayuda del ministerio pastoral espiritual de la Iglesia, y que se proponen una meta religiosa en bien de las almas, deben en todos los aspectos estar subordinadas a la autoridad de la Iglesia, y por tanto también de los obispos, puestos por el Espíritu Santo para gobernar la Iglesia de Dios en las diócesis que les han sido asignadas. Pero también las otras obras que, como hemos dicho, se instituyen principalmente para restaurar y promover en Cristo la verdadera civilización cristiana,