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Encíclica

y seguirse en la práctica los demás principios que rigen la conciencia de todo verdadero católico. Sobre todo debe recordar, en todas las circunstancias, ser y mostrarse verdaderamente como católico, acceder a los cargos públicos y ejercerlos con el firme y constante propósito de promover el bien social y económico del país y especialmente de las personas, de acuerdo con las máximas de la civilización específicamene cristiana, y defender a la vez los intereses de la Iglesia, que son los de la religión y la justicia.

Tales son, Venerables Hermanos, las características, el objeto y las condiciones de la acción católica, considerada en su parte más importante, que es la solución de la cuestión social, digna, por tanto, de que en ella se apliquen todas las fuerzas católicas con la máxima energía y constancia. Sin embargo, esto no excluye que se favorezcan y promuevan también otras obras de diverso tipo y de diferente organización, pero todas igualmente destinadas a este o aquel bien particular de la sociedad y del pueblo y para el florecimiento de la civilización cristiana bajo varios aspectos determinados. Ellas surgen principalmente gracias al celo de personas particulares y se extienden en algunas diócesis y, a veces, se agrupan en federaciones más extensas.