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Encíclica

Y sin embargo, aunque la acción católica, cambie oportunamente en sus formas externas y en los medios que utiliza, siempre permanece la misma en los principios que la dirigen y en el nobilísimo fin que se propone. Porque, para que se haga al mismo tiempo verdaderamente eficaz, convendrá advertir diligentemente las condiciones que ella misma impone, si consideramos bien su naturaleza y su finalidad.

En primer lugar, debe estar muy arraigado en el corazón que el instrumento fallaría, si no se ajustase a la obra que desea realizar. La acción católica (como es evidente por lo que se ha dciho), ya que se propone restaurar todo en Cristo, constituye un verdadero apostolado en honor y gloria del mismo Cristo. Para hacerlo bien, se necesita la gracia divina, y esta no se le da al apóstol que no está unido a Cristo. Solo cuando hayamos formado a Jesucristo en nosotros podremos ya restaurarlo fácilmente en las familias y en la sociedad. Aun así, aquellos que están llamados a dirigir o se dedican a promover el movimiento católico deben ser católicos a toda prueba, convencidos de su fe, firmemente instruidos en las cosas de la religión, sinceramente obedientes a la Iglesia