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¡Pero ¡ah! que ella se queda yerta y fria,
Aunque mi corazon, vuelto en vesubio,
Salir quiere del pecho á darla vida!...
¡Pareceme que puedo facilmente
Cederla el mismo ser que á mí me aníma!...
Fallezca Pigmalion. Sea al instante,
Como en su amable Galatéa viva.
Mas ¿qué digo? si yo me transformára
De admirarla y amarla; pues no sea
Mi espíritu quien hoy la dé la vida,
Anímese por otro; y yo la ame,
Logrando ver mi fé correspondida.

Fuera de sí.

¡Amor terrible!... ¡Amor el mas funesto!
Mi corazon todo el infierno abriga...
¡Oh Dioses Soberanos, que estais viendo
La violenta pasion que así me agita!
Quantos prodigios, por menores causas,
De vuestro gran poder el mundo admira?
Doléos de mis penas; á este objeto
Comunicad el ser que necesita....

Patéticamente.

Y tú, suprema esencia, que te ocultas
Á los sentidos, y en el pecho brillas,
Alma del Universo, de quien pende
La existencia del hombre, y la harmonía