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mentaciones de la poblacion, y la desesperacion de D. Tomás, (que así se llamaba mi gefe). Mi hija, mi hija, repetía; y yo armado de un valor, del que nunca me creí capaz, entro otra vez veloz como el rayo, y dirijiéndome al cuarto de la hija, nada distingo que pueda guiarme hácia su lecho. De repente una intensa claridad, sobrecojióme de terror: del techo se desprendieron unas maderas, que dieron conmigo en el suelo. Unos gritos apagados, salieron de un rincon, y haciendo un sobre humano esfuerzo, consigo recobrar mis fuerzas, y tomar en brazos á una jóven de 18 años, que como yo, tambien sentía el fuerte calor que la abrazaba.

Solo Dios sabe como pude salir, medio quemado, deposité en los brazos del padre, á su querida hija moribunda, al tiempo de yo perder el sentido.

Cuando volví en mí, todo era desolacion, todo llanto, la anciana y la jóven acababan de espirar; y la casa había quedado reducida á un monton de escombros.

Muchos dias estuve luchando entre la vida y la muerte, pensando en Vd. mi querido padre y mi amado Alfredo; al fin se inició la convales-