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Emprendida una noble cruzada por el digno sacerdote, y á fuerza de constancia y valor, consiguió la regeneracion de Don Agapito y del desgraciado Alfredo.

Vueltos á la vida moral, y agotadas sus lágrimas, con empeño buscaron en el trabajo, el lenitivo para sus males, y el sustento que les era necesario. Animados por el buen sacerdote, fácil les fué encontrar el sociego por tantos años perdido: y á fuerza de laboriosidad y de moral ejemplo reconquistaron el aprecio de que antes disfrutaron.

Edificante era el ejemplo que daban con su modo de ser. Para todos eran objeto de compasion y afecto; admiraban el valor de espíritu de que estaban poseídos por haber abandonado el lamentable estado en que su feo vicio les arrojara, y se condolían de sus remordimientos, por la suerte de Eduardo, cuyo paradero ignoraban.

Así pasaron seis años de prueba, en que templados sus corazones con el hábito del trabajo, eran por todos tenidos por ejemplos de moral y de contraccion. Mucho contribuyó esto para arraigar en el pueblo el amor al trabajo, y desterrar