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En vano devoraba en silencio su pena el bondadoso Eduardo, consideraba una falta irreparable, el recriminar á su padre, acordándose de la primera vez que lo hizo junto á su madre moribunda en un momento de locura.

Sin darse por apercibido, trataba en el misterio, de alejar á su padre del maldito vicio; en vano apelaba á tal ó cual persona; todas eran encubridoras de sus defectos; escasos los que á semejanza del bondadoso sacerdote, le hiciesen apercibir de su conducta y afeasen su proceder.

Por dos veces habia venido Eduardo solicitando permiso de sus principales, á pasar unos dias con su padre: con aumento de sueldo y en vísperas de labrarse un porvenir, era tenido por el salvador del padre y tal vez del hijo, y es por esta razon, por la cual los conocidos, facilitaban lo que antes les era dificil de obtener, dada su anterior conducta, y el oscuro horizonte del porvenir.

— No ya por mí, decia Eduardo á su padre; por mis principales debe Vd. abstenerse del juego. Ciertas palabras de doble sentido, sonrojan mi frente y me avergüenzan, y sin defensa posible, tengo que permanecer mudo espectador.

No creo que suceda, pero probable sería que