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presa de mortal agonia por tu ausencia? Muérete de vergüenza si todavía la conservas; corre, marcha presto; no te detengas, que la inexorable Parca vá á cortar el hilo de su destino.

Lágrimas, oraciones, toque de campanas, entrar y salir visitas, todo ello denota que el Señor de todo lo creado ha visitado una enferma, que debe presentarse en breve ante el Tribunal eterno.

¡¡Súblime cuadro!! Qué imponente respeto al penetrar en la alcoba donde casi exánime yace doña Carlota!! Alumbrado su cadavérico rostro por un ténue rayo de luz que se destaca de una vela que acompaña á un crucifijo: su rostro es la espresion de la resignacion cristiana, no espresa sufrimientos, convulsivamente estrecha la mano de su esposo Don Agapito, y pasa su diestra sobre la cabeza de su hijo Eduardo, que arrodillado comprime difícilmente los sollozos que salen de su pecho.

— Nada... mi Eduardo, mi hijo... no desesperes; el tránsito se acerca, es verdad, pero por él es preciso pasar... Feliz yo que muero en medio de mi esposo, de mis hijos... Mis hijos, ¡ah! mi Alfredo, mi hijo Alfredo... ¿Por qué no viene