tador muchas cosas que no estan sobre la lámina, y esto depende de una feliz elección de circunstancias, de las cuales las que él presenta hacen suponer las que omite.
El hablar mucho viene necesariamente ó de la presuncion de tener talento, ó del valor que damos á bagatelas de las que neciamente creemos que los demas hacen tanto aprecio como nosotros. El que conoce bastantes cosas para dar á todas su verdadero valor, jamas habla mucho, porque sabe apreciar igualmente la atencion que se las da, y el interes que puede tomarse en sus discursos. Generalmente las gentes que saben poco hablan mucho, y las que saben mucho hablan poco: es natural que un ignorante tenga por importante todo lo que él sabe, y lo diga á todo el mundo; pero un hombre instruido no abre fácilmente su repertorio: tendría demasiado que decir, y vé que aun hay mas que decir despues de hablar él, y se calla.
El talento de hablar ocupa el primer