juventud alegre y juguetona, esta sustituye otros mas peligrosos. Las reuniones á solas ó de silla á silla, diestramente concertadas, ocupan el lugar de las públicas. A fuerza de ocultarnos como si fuésemos culpables, nos hallamos tentados á serlo. La inocente alegria gusta evaporarse en plena luz, pero el vicio ama las tinieblas: jamas la inocencia y el misterio habitáron largo tiempo juntos.
El artista para hacer felizmente un dibujo no debe verle tal como esté en su papel, sino tal como está en la naturaleza. El lapiz no distingue una rubia de una morena, pero la imaginacion que le guia debe distinguirlas. El buril marca mal los claros y las sombras, si el gravador no imagina tambien los colores. Lo mismo sucede en las figuras de movimiento; es menester ver lo que precede y lo que sigue, y dar una cierta latitud al tiempo de la accion, sin la cual jamas se comprenderá bien la unidad del momento que es necesario espresar. La habilidad del artista consiste en hacer imaginar al espec-