El último grado de oprobio es perder con la inocencia el sentimiento que hacia amarla.
Hay objetos tan odiosos, que ni aun es permitido verlos á un hombre de honor: la indignacion de la virtud no puede soportar el espectáculo del vicio.
El sabio observa el desórden público que no puede impedir; le observa, y muestra en su semblante entristecido el dolor que le causa; pero en cuanto a los desórdenes particulares, se opone á ellos ó vuelve los ojos temiendo no se autoricen con su presencia.
Las ilusiones del orgullo son el orígen de nuestros mayores males; pero la contemplacion de la miseria humana hace siempre moderado al sabio. Se mantiene en su puesto, no se agita por salir de él, ni gasta inútilmente sus fuerzas para gozar de lo que no puede conservar; y empleandolas todas en poseer bien lo que tiene, es en efecto mas poderoso y rico de todo lo que desea menos que nosotros. ¡Ser mortal y perecedero! ¿Iré yo á formarme vínculos eternos sobre esta tierra en que todo muda ó pasa, y de la cual desapareceré mañana?