No vayamos á buscar en los libros principios y reglas que mas seguramente hallarémos dentro de nosotros mismos. Dejemos en ellos las vanas disputas de los filósofos sobre la felicidad y la virtud: empleemos en hacernos buenos y felices el tiempo que ellos pierden en buscar como debemos serlo; y propongamonos grandes ejemplos que imitar, mas bien que vanos sistemas que seguir.
Quien ha hecho por vivir de modo de no necesitar pensar en la muerte, la vé venir sin temor. Quien se duerme en el seno de su padre, no teme dispertar.
Al oir las murmuraciones de los impacientes mortales, se diría que Dios les debe la recompensa ántes de contraer el mérito, y que está obligado á pagar anticipadamente su virtud. ¡Oh! seamos primero buenos, y despues serémos felices: no exijamos el premio ántes de la victoria, ni el salario ántes del trabajo. No en la lid, decia Plutarco, son coronados los vencedores de nuestros juegos sagrados, sino despues que la han corrido.
El primer premio de la justicia es conocer que se practica.