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más digna accion del alma: sufrir los tiros, los embates de la fortuna adversa, ó armarse contra un mar de dolores, hacerles frente y acabar con ellos?—Morir—dormir—no más.—Pensar que un sueño concluye las angustias del espíritu y las mil torturas inevitables que son herencia de la humanidad,—es solucion que debe anhelarse con delirio. Morir—dormir—dormir! tal vez soñar! Ah! hé ahí el escollo. El meditar que sueños podrán sobrevenirnos en ese letargo de la muerte cuando hayamos abandonado este bullicioso mundo, debe necesariamente detenernos. Esta es la consideracion que hace nuestra infelicidad tan larga. Quién, si no, sufriria el castigo y escarnio del tiempo, el yugo del opresor, los ultrajes del soberbio, las agonías de un amor despreciado, la lentitud de


    Hamlet, creyéndose altamente injuriado y no hallando reparacion posible sino en los medios más terribles y peligrosos, medita en su situacion y razona de este modo: «Antes de que pueda formar un buen plan de ejecucion, agobiado como me veo por esta fiera congoja, se hace indispensable saber á punto fijo si despues de esta vida presente hemos o no de subsistir. Tal es el problema que, si llega á tener respuesta, debe resolver si es más noble y propia accion del alma sufrir paciente los ultrajes del destino que rebelarse contra ellos y ponerles fin, aun á costa de la existencia misma. Si morir no es más que dormir, y semejante sueño concluye las miserias de nuestro sér, un sueño tal debe ansiarse con ardor; pero si el dormir en la muerte es soñar y retener las facultades de la sensacion, hay que considerar pausadamente qué clase de sueños pueden asaltarnos en ese mortal sopor. Este solo pensamiento impone al nacido la ley de soportar la desventura; pues que otra cosa sino el miedo á ese velardo futuro pudiera hacer sufrir las vejaciones de la vida, prontamente terminadas con un simple puñal? Ese temor es el que influye sobre la conciencia, haciendo que la mente recapacite en el; ese temor es el que entibia los vigorosos impetus, el que refrena la decision del criminal y estaciona la corriente que arrastraba el alma.»—Johnson.
    La explicacion que hace el Dr. Johnson de las primeras cinco lineas de este pasaje, es positivamente errada. Hamlet no trata de inquirir si despues de la existencia mundanal hemos ó no de seguir viviendo, sino solo de si debe conservar la vida ó poner fin á ella, como bien se desprende de los cuatro versos que siguen al primero del soliloquio. La idea y consideracion de lo futuro no se plantea hasta la décima linea del monólogo. El resto del discurso del principe, á contar desde la mitad del quinto renglon, ha sido comentado por el Dr. Johnson con la exactitud que le es propia.—Malone.