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el siniestro carácter de los planetas dañinos, imponiéndose con autoridad soberana y absoluta á los buenos y malos luminares. Y ¡ay! si las estrellas, perdido el órden, se desbandan y confunden en tropel! Qué de plagas! cuántas monstruosidades y sediciones! qué luchas en el mar! qué temblores de tierra! qué violentos huracanes! Las catástrofes, las perturbaciones, los cataclismos, destruyen y rompen, hienden y deshacen por completo la armónica, estrecha paz de los estados, antes felices! Oh! cuando se ataca la gerarquía, escala de todos los altos designios, el afan humano queda herido de muerte; pues sin ella, que es el alma de los títulos auténticos, ¿qué seria de las comunidades, de los grados académicos, de la hermandad ciudadana, del amistoso comercio de las potencias limítrofes, de los derechos de primogenitura y nacimiento, de las prerogativas de edad, de las coronas, de los cetros, de los laureles? Suprimid la gerarquía, haced tan solo que esta cuerda desafine y escuchad las discordancias que se producen: Todos los seres se chocan en luc declarada; las aguas contenidas por sus riberas, hinchan sus senos fuera de madre é inundan el globo terreno; la violencia avasalla á la debilidad y el hijo brutal hiere de muerte á su padre. La fuerza se erigė en código, ó más bien, lo justo y lo injusto, estos eternos adversarios entre los cuales tiene su trono la equidad, pierden los nombres que llevan y despojan á la última del suyo. Trocado todo en poder súbitamente, el poder se traduce en voluntad, la voluntad en codicia, y la codicia, lobo insaciable que con voluntad y poder se mira do-