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do, no, nada de todo esto, majestad que tanto deslumbras, nada de todo esto, inscrito en tu sublime tálamo, podrá darte el sueño profundo del miserable jornalero que, exhausto de fantasías y sobrado de fuerzas, ahito de baratos mendrugos, se abandona al reposo, sin conocer jamás la horrible noche, hija del infierno! — Enrique V: Acto 4.°, esc. 1.ª

LA REINA MARGARITA
APOSTROFANDO Á GLOGESTER.


Detente, alano; preciso es que me oigas. Si el cielo guarda reservados castigos más tremendos que los que yo puedo desear para ti, ¡oh! que no eche mano de ellos hasta que tus crímenes los requieran; y que llegado este caso, te abrume con su indignacion, como perturbador de la paz del pobre mundo! Que el gusano de la conciencia roa eternamente tu alma! Que en tanto que vivas, cada amigo te parezca un traidor y cada traidor de marca un amigo inmejorable. Que el sueño no cierre jamás tus lúgubres ojos como no sea para que pesadilla horrible te conturbe con una infernal legion de repugnantes demonios. Abortado engendro de Lucifer, devastador jabalí! Criatura que salió marcada á luz para ser escoria de la naturaleza y representacion de Satán! Oprobio de la fecundidad materna! abominable fruto de masculina lujuria! Harapo del horror! encarnacion del ódio! — Ricardo III: Acto 1.º, esc. 3.ª