humosas, se ponga á medio dia y ocasione una noche sin fin. — Luc.: Ests. 110, 111 y 112.
Ocasion! tú eres la gran culpable. Tú eres la que lleva a punto la traicion del aleve; la que guia al lobo y pone al cordero en sus garras. Al que medita un atentado le fijas la oportunidad: tú eres la que vejas la ley, el derecho y la razon; y en tu antro sombrio, donde nadie puede descubrirlo, se embosca el Mal para apoderarse de las almas que se le acercan.
Tú haces que la vestal viole sus juramentos; tú activas la llama en que se funde la intemperancia! Tú ahogas la probidad, tú inmolas la fé! Indigna cómplice, intrigante reconocida, siembras la calumnia y extirpas la alabanza. Corruptora falaz, ladrona infame, tu miel se cambia en acibar, tu alegría en dolor!
Tus íntimos goces llevan á una evidente ignominia, tus secretas orgias á un declarado hastío, tus lisonjeros títulos á un despreciable renombre, tus melosas frases á un acre, desapacible idioma. Tus violentas vanidades no pueden subsistir. ¿Cómo acontece, pues, vil Ocasion, que siendo tan maligna, suspiren tantos por tí? — Luc.: Ests. 126, 127 y 128.