hallan tan bien contrapesados que no sirven de caramillo á la fortuna para dar los sones que á esta le plazca. — Acto 3.°, esc. 2.ª
Cuando el amor es grande, la menor duda aterra. — Acto 3.°, esc. 2.ª
La majestad no muere sola; pues á ejemplo de una vorágine, engulle cuanto se halla próximo á ella. — Acto 3.°, esc. 3.ª
La multitud élige con los ojos y no con la razon. — Acto 4.º, esc. 3.ª
Los males que llegan á ser desesperados solo se curan con remedios enérgicos. — Acto 4.º, escena 3.ª
El gusano es el rey de los emperadores en cuanto á mesa: el hombre engorda á los demás animales para engordarse, y se engorda á sí mismo para los infusorios. — Acto 4.°, escena 3.ª
El rey gordo y el mendigo flaço son manjares diferentes: dos platos para una misma mesa; la de la muerte. — Acto 4.º, esc. 3.ª
El crímen rebosa tan torpe desconfianza que se descubre por sí mismo en su afan de ocultarse. — Acto 4.°, esc. 5.ª
La perfeccion llevada al exceso muere de plétora. — Acto 4.º, esc. 7.ª