Más fácil es enseñar á veinte personas lo que es bueno de hacer, que constituirse en uno de los veinte para seguir las instrucciones que dá uno mismo. — Acto 1.º, esc. 2.ª
A ejemplo de una liebre, el jóven frenesí salva de un arranque las redes del baldado buen juicio. — Acto 1.°, esc. 2.ª
Una conciencia mala, produciendo sagrados testimonios, se asemeja á un bellaco de risueña fisonomía y á una hermosa manzana de corazon podrido. — Acto 1.°, esc. 3.ª
El amor es ciego y los amantes no pueden ver las bellas locuras que hacen. — Acto 2.º, esc. 6.ª
La verdadera clemencia es de suyo espontánea; cae como la dulce lluvia del cielo sobre la madre tierra. — Acto 4.º, esc. 1.ª
Al que carece de dinero, favor y tranquilidad, le faltan tres buenos amigos. — Acto 3.°, esc. 2.ª
Los palaciegos tienen las manos perfumadas con algalia. — Acto 3.º, esc. 2.ª
Es más fácil contar las átomos de un rayo de sol que satisfacer a las preguntas de una amante. — Acto 3.°, esc. 2.ª