ellas recibían una educación semejante a las de los Telpochcalli, aunque en lo correspondiente a su ser femenino.
Los padres los llevaban, previa ceremonia que se hacía en la casa paterna, en la que participaba toda la familia y las amistades, pero en el que los padrinos y abuelos ocupaban un lugar muy relevante.
Esta "despedida del seno familiar" era muy emotiva y llena de discursos, algunos de los cuales han sido recogidos en los huehuetlahtollis, dado que eran aprendidos y usados de una generación a otra. De esta manera se le motivaba al niño o niña, para asumir con alegría y responsabilidad el inicio formal de su educación institucional. De la misma forma los padres entregaban a sus hijos al telpochcalli o al Ichpochcalli en una ceremonia, en la que los discursos eran elocuentes, en el sentido de la formación en valores:
"Aquí estas, mi hija, mi collar y pluma fina, mi criatura y mi hechura, lo rojo de mi sangre, mi retrato. Has venido a la vida, has nacido, que te mando acá nuestro señor Tloque Nahuaque, el hacedor, el creador de la gente de la tierra.
Ahora ya te das cuenta de las
cosas, ya ves cómo es aquí; no hay
alegría no hay felicidad, sino pena y
desdicha y cansancio y miseria; penas
y desdichas en exceso. Difícil lugar es la tierra, lugar del llanto y
sufrimiento, donde se conoce la pena y la amargura; pasa, se desliza el
viento helado, se dice que en verdad se calman el calor y el viento, pero hay
hambre y sed; simplemente así son las cosas.