Mientras tanto, como deseo de los celestiales favores y como testimonio de Nuestra particular benevolencia, Os impartimos, Venerables Hermanos, a todo el clero, vuestros fieles y todo el pueblo mexicano, la Bendición Apostólica.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el 2 de febrero de 1926, año cuarto de Nuestro Pontificado
- Documentos que se adjuntan a esta carta[a]
SECRETARÍA DE ESTADO |
- Excelencia,
Por personas que tengo razón para creer bien informadas, he sabido que si la Santa Sede nombra un Delegado Apostólico para México, ese Gobierno está dispuesto a permitirle la entrada y estancia en el país, y a concederle el uso de la clave y se compromete, en caso de que surja alguna dificultad grave, a no sacarlo del territorio, sino a solicitar de la Santa Sede su retiro.
Como esto es algo muy querido por el Santo Padre, pido a Vuestra Excelencia que me diga si todo esto es cierto. Si la respuesta es, como espero, afirmativa, sin duda comunicaré a Vuestra Excelencia el nombre de la persona que el Santo Padre elegirá para el cargo de Delegado y a quien se darán las instrucciones oportunas para que en la provisión de las Diócesis sean nombrados obispos, no envueltos en luchas apolíticas y que confían en dedicarse, junto con su clero, al bien de las almas. Al mismo Prelado se le otorgarán también las facultades necesarias para ponerse en contacto, si las circunstancias lo exigen, con ese Gobierno.
Con gusto aprovecho la oportunidad para manifestarle mi alta estima y distinguida consideración
de Vuestra Excelencia devotísimo |
A su Excelencia |
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