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¡ ll ) r trar en oada una situada nl borde do los onrreteru, m0!0ll 6 taberna, desde el administrador de postae hasta el moro de oahnllos, algun plonro asalariado por nn capitan de bandoleros. . En esto pensaba el guarda que acompañaba el oorrso de Donvres aquella noolio del mas de noviembre de I775. mientras que, de pié en la trnsers del coche y abrigado hasta los tobillos oon la pajn que le servia de alfombrn. te- nia lo vista y las manos sobre una oaja donde unn maleta que revsntnbn de llena. desoansabn encima de oobo pisto- las cargadas oon bnln y pnestee sobre nn leobo de armas blancas. Como snoedia todos las noches, el guarda sospechaba de los viajeros, que se reoelabnn mútusmenbs. así como el gunrdn y el oonhero, que i su vez solo respondía de sua onbollos y lznbio jurado en oonoienoia sobre los dos Tes- tamontos que los pobres animales no podian srrastrnr tan- to peso. ` --¡Caballos! gritó el oondnotor, nn esfuerzo mas y se acabarán vuestras ponle. Ane. ¡perezosos! Y anndió volviendo el rostro. -¡Qué bora es, Joel › -Las ones y diez minutos. respondió el guards. -¡Misericordia! gritó el oonhero oon impaoienoia. las onoo y diaz. y ann no hemos subido la cueste. ¡Arre, oo- bnrdes! _ ' El oàballo delantero, sorprendido por nn violento inti- gnzo en medio de sus mus animadas negativas, hilo un nnevo esfuerzo, arrastró S sus tres oompañeros, y el oo- ohe-eorreo de Donvres continuó su msroha esooltado por los tres viajeros que sa hnndian on el blrrø. se dotenlln onnndo se detenìa el ouruaje y se separaban lo ménos que les ers posible. Gnnlqniera de ellos que hubiese tenido ls andsola de proponer 8 sn veolno adelantarse algunos pr sos en medio de le niebla y de la oscuridad, babril pm-