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“No me enseñaban brujería, ni encantamientos, me enseñaban las tres partes de un antiquísimo conocimiento que poseían; ellos llamaban a esas tres partes el estar consciente de ser, el acecho y el intento. Y no eran brujos; eran videntes. Y don Juan no sólo era vidente sino que también era un nagual...

Entendí que ser vidente era la capacidad que tienen los seres humanos de ampliar su campo de percepción hasta el punto de poder aquilatar no sólo las apariencias externas sino la esencia de todo...

Don Juan me había dicho que sin tristeza y añoranza uno no está completo, pues sin ellas no hay sobriedad, no hay gentileza. Decía que la sabiduría sin gentileza y el conocimiento sin sobriedad son inútiles..."C.C.

LOS NUEVOS VIDENTES

Un dato que nos revela Castaneda y que pasa aparentemente desapercibido al principio de la obra es el que Don Juan trabaja. Efectivamente, desde siempre Don Juan, Don Genaro y todos los aprendices trabajan en el mundo ordinario. Don Juan le dice que tendrá que estar en la ciudad dos días “para atender negocios”. El nagual vendía plantas medicinales a una red intrincada y muy bien comunicada de “curanderos y tizateros”.[1] Estas personas de conocimiento, a pesar de tener “poderes sobrenaturales”, se camuflajeaban entre el ir y venir de la gente, para pasar inadvertidos, pero además, tenían pleno dominio sobre el mundo cotidiano.

Para Don Juan sus conocimientos formaban una mínima parte de un milenario saber que había florecido cientos (o acaso miles) de años antes de la Conquista. Don Juan se decía tolteca y a su conocimiento le nombraba Toltequidad. Ésta contaba se inició con el uso de plantas de poder y, a través de siglos de experimentación, los usuarios aprendieron a "ver". Al iniciar las enseñanzas de cómo ver, fincaron el inicio de su perdición, ya que se obsesionaron en los mundos que veían, socavando sus fuerzas. Cuando a estas tierras llegaron los invasores, éstos se apoderaron de los conocimientos superficiales de dicho saber (por eso, dice Don Juan, es que hay tanto hechicero y diablero que sólo manejan artes fantásticas, pero sin el conocimiento profundo).

Los hombres de conocimiento que sobrevivieron a ese "descalabro" hicieron un recuento de sus prácticas y decidieron implementar una nueva serie de técnicas y prácticas que llamaron "el camino del guerrero". Más tarde, a la llegada de los españoles, los hombres de conocimiento han tenido que replegarse y actuar con una inmensa discreción. En los tres siglos de la Colonia fueron perseguidos y casi exterminados; y en los doscientos años de neo colonización, sólo a través de una práctica impecable es como han logrado continuidad y presencia hasta nuestros días.

Don Juan menciona que en 1723 se formó una nueva camada de linajes muy especiales, que se dedicaron a “trabajar el acecho, el ensueño y el intento”, los otros siguieron trabajando el baile, las curaciones, la brujería, etc. Pero los linajes de conocimiento igual al de Don Juan, “nunca se cruzan en el camino”, no tienen contacto entre sí. Este giro especial creó linajes muy personales. El de Don Juan lleva catorce naguales y ciento veintiséis videntes. Pero por lo sucedido en 1723, el linaje de Don Juan se divide en dos partes. Los primeros seis naguales que existieron hasta el “encuentro que cambió el linaje en 1723” y los ocho posteriores naguales. Esto se verá más adelante en la obra y tiene que ver con lo que Don Juan llamaba “El inquilino”.

El mundo de lo "mágico y misterioso" vive presente no sólo en las comunidades
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  1. Personas que venden en los mercados plantas medicinales en todos los mercados de México.
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