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antiguos de la humanidad, ES EL FUTURO. No se trata de volver a habitar las pirámides, ni mucho menos que se trate de que toda la población intentara convertirse en un ser de conocimiento. Eso sería una aberración. Pero lo que sí debemos hacer, es recuperar los VALORES Y PRINCIPIOS que los toltecas le dieron a los "macehuales" o seres humanos comunes, para desarrollar una sociedad armónica y estable, que como la historia nos enseña, llegó a lograr mil años de esplendor.

Si los mexicanos dejáramos de importar ideas para resolver nuestros problemas e intentáramos buscar en los preceptos filosóficos de la TOLTECÁYOTL, que es nuestro patrimonio cultural, tendríamos una nueva actitud para enfrentar "el mundo de aquí y de ahora" que nos ha tocado vivir de cara al siglo XXI.

La Toltecáyotl, Toltequidad o las llamadas "Enseñanzas de Don Juan" son tan sólo una rama de ese frondoso y majestuoso árbol del conocimiento humano, no sólo de México, sino del mundo.

LA MUERTE DE NAGUAL CASTANEDA
o el polvo en el camino.

Recientemente se ha publicado en todo el mundo que el 27 de abril (1998) pasado murió en California E.U., el antropólogo Carlos Castaneda de un cáncer de hígado. Como al antropólogo y escritor fue muy discreto en su vida y jamás se dejó fotografiar o gravar a pesar de que se han tirado más de 30 millones de ejemplares de sus 10 libros en varios idiomas, manteniendo su vida en el misterio más absoluto, por lo cual se entiende que de esta manera también murió. "La libertad ilimitada de ser un desconocido".

Quienes conocemos la obra de Castaneda creemos que esta "versión oficial" de su muerte, es uno más de los ardides que ha sabido usar el Nagual para pasar inadvertido en medio de una multitud. Lo cierto probablemente, es que Castaneda ha dejado de existir como "Best Seller" y punto.

El Nagual Castaneda murió para el mundo profano aquella tarde en la que saltó desde un inmenso acantilado en la Sierra Norte de Oaxaca. Castaneda lo describe al final de sus Relatos de Poder (1974).

" Cruzamos el estrecho valle y trepamos a las montañas del lado este. Al pardear la tarde nos detuvimos por fin en una meseta plana y yerma que miraba un valle alto hacia el sur. La vegetación había cambiado drásticamente. En todo el derredor había montañas redondas y erosionadas. La tierra del valle y las laderas estaba parcelada y cultivada, pero aun así toda la escena me sugería esterilidad.

El sol ya delineaba sobre el horizonte del suroeste. Don Juan y don Genaro nos llamaron al borde norte de la meseta. Desde este punto, el panorama era sublime. Había interminables valles y montañas hacia el norte, y una cordillera de altas sierras hacia el oeste. El sol reflejado en las distantes montañas hacia el norte las hacia parecer anaranjadas, del color de los bancos de nubes hacia occidente. Pese a su belleza, el paisaje era triste y solitario".

"—El crepúsculo es la raja entre los dos mundos —dijo don Juan—. Es la puerta a lo desconocido.

—Esta es la planicie frente a la puerta.

—Señaló entonces el filo norte de la meseta.

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