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Don Juan plantea que el ser humano moderno intuye sus recursos ocultos, pero que no se atreve a usarlos y que transita entre su estupidez y su ignorancia. El tonal de los tiempos está cambiando. Nuestra "realidad" y nuestro "mundo" son un puñado de "ideas". Los cambios que se han operado en el mundo en los últimos cinco años resultarían imposibles de concebir tan sólo hace diez años; y los cambios que sufriremos en lo que resta del presente siglo, hoy nos resultan inimaginables.

Sin embargo, nada en verdad ha cambiado; cambia la forma de apreciar las cosas, cambian las ideas y tan sólo las ideas que tenemos acerca del mundo.

Don Juan dice que es precisamente ahora cuando el ser humano necesita renovar sus ideas, pero no ideas sobre el hombre común, ideas sociales con conceptos y objetos. El hombre necesita nuevas ideas frente a lo desconocido, frente a su muerte personal, acerca de la impecabilidad y los secretos del punto de encaje. Los nuevos tiempos que se avecinan requieren de ese incomprensible conocimiento (que siempre ha estado ahí, a través de miles de años y en varias partes del mundo) para hacerlo comprensible y funcional a niveles de la conciencia cotidiana.

El ser humano requiere de la habilidad para percibir y actuar en el mundo que conocemos. El hombre requiere percibir el mundo no sólo como un cúmulo de conceptos y objetos "materiales", sino también, como un mundo de cargas energéticas y requiere ser percibido no sólo como un conglomerado de energía, sino como un creador de energía.

Los mexicanos somos hijos de una de las culturas madres de la Tierra y, por tanto, somos un pueblo con identidad; lo que nos ha sucedido en estos últimos 500 años es que hemos sufrido de "amnesia cultural" provocada por los colonizadores de ayer y de hoy, por lo que hemos transitado por un laberinto de soledades, cargando nuestro riquísimo patrimonio cultural.

El presente trabajo pretende una búsqueda y un encuentro a través de esta nueva interpretación de lo que fue y es, el conocimiento de los antiguos mexicanos, sin miedo y sin ambición, como dice Don Juan.

Sin miedo a ser atacados y censurados por los intolerantes poseedores de la verdad "científica"; sin la ambición de encontrar una luz que nos ciegue en el camino y nos conduzca a actitudes mesiánicas.

Muchos conocimientos de la Toltequidad están depositados —de una manera inconsciente— en el quehacer cotidiano de los pueblos de México, y en general de todos los pueblos indígenas y mestizos del continente; sin embargo, pretender que todos nos convirtamos en "hombres o mujeres de conocimiento" sería una verdadera insensatez, pues, aun en los mejores días de la TOLTECÁYOTL, sólo unos cuantos tenían los elementos necesarios para intentar tan impresionante y descomunal desafío; pero si consideramos importante que los mexicanos busquemos en nuestro pasado, en nuestra propia sabiduría y experiencia, elementos que nos permitan sentimos emocionados y orgullosos de lo que hemos sido y, seguros de lo que somos, imaginar y crear nuestro propio futuro con base en nuestros propios sueños y aspiraciones.

Don Juan es muy claro y dice que: “El Camino del Guerrero lo es todo. Es el arquetipo de la salud física y mental. No puedo explicarlo de ningún otro modo.” En efecto, un pueblo disciplinado, responsable, con fuerza interna y conciencia histórica, es lo que se requiere para romper las cadenas coloniales de explotación e injusticia en las que hemos vivido estos cinco siglos. La propuesta es que el pasado de México y de todos los pueblos

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