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Castaneda estrellaba su racionalismo, su cultura occidental y su antropología contra lo que para él era el incomprensible y aterrador conocimiento de un indio anciano y enigmático.

El "poder" había seleccionado a Castaneda y Don Juan le preparó una artimaña para "engancharlo" como aprendiz. Esta tarea requiere del brujo un esfuerzo de imaginación e impecabilidad. Según la tradición, debe atraerse al aprendiz ya sea por medios drásticos o despertando su curiosidad o interés. En su caso, Castaneda tenía que hacer una investigación antropológica y Don Juan aparecía ante sus ojos como un excelente informante. Así, en visitas aisladas o durante los veranos, en el transcurso de poco más de cuatro años, el investigador convertido en aprendiz fue conducido de manera impecable, pese a su resistencia racional, en apariencia inquebrantable, hacia los intrincados caminos de la otra realidad.

La riqueza literaria de esta obra, que logró despertar la fantasía y el interés de muchos, contrasta con la poca cantidad de conocimiento profundo que Castaneda pudo plasmar en el libro. No por ello desdeñamos su valor intrínseco ni el esfuerzo descomunal de Castaneda para tratar de entender la nueva realidad que se presentaba ante su sacudida razón.

Durante este tiempo Don Juan le habló y le mostró muchas cosas y Castaneda empezó su camino al conocimiento; pero, como ya dijimos, el aprendiz recibe la instrucción en dos áreas, la del tonal (derecha) y la del nagual (izquierda). Por la poca energía que poseía Castaneda en aquella época, las enseñanzas del lado izquierdo simplemente se almacenaron y, para comprender las enseñanzas para el lado derecho, Castaneda aún no disponía de la suficiente flexibilidad.

De esta obra diremos que Castaneda recoge la inquietud de Don Juan por tratar de que el autor se haga responsable del camino que comienza a andar y que lo puede llevar a convertirse en hombre de conocimiento. A la pregunta de Castaneda respecto qué deberá hacer para llegar a ser hombre de conocimiento, Don Juan le responde que deberá desafiar y derrotar a "sus cuatro enemigos naturales".

Dice Don Juan que el conocimiento nunca es aquello que uno espera. En cada paso el aprendiz se encuentra en un atolladero, y su miedo crece sin misericordia... Así tropieza con su primer enemigo natural: ¡el miedo!..., al cual debe desafiar para dar el siguiente paso, y el siguiente, y todos los posteriores. Estará lleno de miedo y, sin embargo, no deberá detenerse. Llegará entonces el momento en que se retire su primer enemigo. El hombre principia a sentir seguridad en sí mismo. Su propósito se hace más fuerte y la tarea de aprender deja de ser aterradora. En ese momento el hombre ha derrotado a su primer enemigo natural... ha adquirido la claridad de mente que elimina al miedo. Ese es su segundo enemigo natural, ¡la claridad! La claridad de mente puede cegarlo porque lo fuerza a no dudar de él mismo. Esa seguridad lo impulsa a hacer cuanto se le antoje, porque todo lo ve con claridad. Pero la claridad es una ilusión de "poder" a la que puede rendirse; si lo hace, habrá sucumbido a su segundo enemigo natural y ya no podrá aprender, debido a su torpeza. Para evitarlo deberá desafiar a su claridad y esperar pacientemente y ser cauteloso antes de seguir adelante; debe pensar que su claridad puede ser un error. Vendrá entonces el momento en que podrá comprender que su claridad sólo es "un punto delante de su nariz".

Así habrá derrotado a su segundo enemigo. Habrá llegado a un punto en donde nada podrá dañarlo. El anhelado poder será suyo por fin. Podrá hacer lo que se le antoje con su poder. Podrá dominar a su aliado y su deseo será la regla. Habrá entonces tropezado con su

tercer enemigo natural: ¡el poder! En esta etapa el hombre apenas puede advertir que su

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