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No para siempre en la tierra,
solamente un poco aquí.”

Don Juan le hace ver a Castaneda que no debe “ensartarse” con sus semejantes. Le dice que “los que te rodean” no tienen la culpa de vivir sin un propósito de guerrero, cayendo de error en error. No tienen la culpa, no tienen la oportunidad de “darse cuenta”. No tienen otra forma de encarar el mundo y la vida. Le dice que la “culpa” es de él por juzgarlos y al hacerlo se recibe lo peor de ellos. El desafío es aceptar a la gente como es y dejarlos en paz.

“—Los guerreros viajeros no se quejan —prosiguió don Juan—. Toman todo lo que les da el infinito como desafío. Un desafío es eso, un desafío. No es personal. No puede interpretarse como maldición o bendición. Un guerrero—viajero o gana el desafío o el desafío acaba con él. Es mucho más excitante ganar, así es que ¡gana!... —Éstos son los vaivenes de la vida cotidiana —dijo don Juan—. Ganas y pierdes, y no sabes cuándo ganas y cuándo pierdes. Éste es el precio que se paga por vivir bajo el dominio del auto—reflejo...” C.C.

SOMBRAS DE BARRO

Para el lector atento, Don Juan, pese a sus descabelladas propuestas, eran un ser práctico y sus enseñanzas a pesar de ser aterradoras, se perciben en términos realistas y con un estilo de sobriedad.

Una de las propuestas más incómodas y perturbadoras de las enseñanzas de Don Juan, que no es más que una línea de conocimiento de las tantas que los toltecas dejaron como su legado, se encuentra en el descubrimiento de que los seres humanos no somos más que alimento de unos seres que poseen “una conciencia de distinto orden”.

El hecho de que los seres humanos seamos criados como gallinas de granja, propina un golpe inmenso a nuestra importancia personal y a la prepotencia existencial como civilización. Todo puede ser aceptado, menos el ser solo un pequeño eslabón en la gran cadena alimenticia del universo.

De manera que resulta, según Don Juan, que los seres humanos tenemos unos depredadores que nos someten y nos mantienen dóciles y débiles a través de darnos sus mentes. Es decir, nos hacen pensar como ellos. La mente del predador es contradictoria, mórbida, saturada de miedos y temores a ser descubierta.

Explica que los seres humanos producimos una capa de energía consciente que cubre al capullo energético. Pues esta energía es el alimento de nuestros predadores y ellos la van consumiendo, cuidando que quede un poco para que el ser humano produzca más. Es como una poda permanente.

Los toltecas descubrieron una forma de evitar ser alimento de los predadores y conservar todo el potencial energético para seguir el camino. Un camino construido con disciplina hasta el punto que esos seres no nos toquen. Los toltecas le llamaron a ese predador “el volador”, porque brinca en el aire.

Los toltecas llamaron disciplina a la capacidad de enfrentar con serenidad y sobriedad, circunstancias que están fuera de cualquier “orden lógico” de nuestro mundo. Esta disciplina hace que la capa de conciencia que brilla en la superficie del huevo luminoso,

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