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La Señora). Para los antiguos mexicanos la mujer y el hombre formaban un par de opuestos complementarios. Finalmente diremos que en el período Postclásico y decadente de los aztecas, el poder de México Tenochtitlán estaba compartido por dos personajes que dependían del consejo supremo llamado "Tlatócan". El "Tlatoani" (el que habla) y la "Cihuacóatl" (mujer serpiente), quienes eran los encargados de gobernar y administrar el imperio, respectivamente.

Estos ejemplos nos demuestran cómo la mujer comparte con el varón la misma responsabilidad en el mundo religioso, político y administrativo de los viejos abuelos, lo cual nos hace suponer que en el campo de la Toltecáyotl esto no es diferente.

Los trabajos de Donner y Abelar nos descubren un mundo femenino en las enseñanzas de Don Juan; nos aportan una diferente visión no sólo de las enseñanzas sino también del propio Don Juan. En una ocasión Castaneda le pregunta a Don Juan , que sí en la Toltequidad existen guerreras y Don Juan le contesta que sí. Es más, afirma que son mucho mejores que los hombres y que él, siempre se había referido en masculino al concepto de guerrero, porque estaba dirigiéndose a un hombre, pero que en la práctica existen hombres y mujeres en el mundo secreto de la Toltequidad.

Florinda Donner nos brinda su aportación sobre “el arte de ensoñar", y Taisha Abelar entrega su visión experta del "arte de acechar". La Toltequidad señala que de acuerdo a su "temperamento básico" los practicantes se dividen en dos grupos complementarios: el de los ensoñadores y el de los acechadores.

Los primeros son los que poseen una facilidad intrínseca para lograr estados de conciencia acrecentada a través del control de sus sueños. Esta habilidad la desarrollan al punto de convertirla en un "arte". Los segundos, los acechadores, de igual manera a partir de su temperamento básico, poseen una facilidad —en principio innata— para tratar con los hechos del mundo cotidiano. Los acechadores logran, a través del manejo y control de sus actos, penetrar en estados de conciencia acrecentada; esto lo logran a través de una sofisticada estrategia que llaman "el arte del acecho".

En los dos textos se trasluce de manera impecable la superioridad de la mujer para entrar en los campos del antiguo conocimiento llamado Toltequidad, ya que su conexión con el conocimiento es "expansivo", mientras que la del varón es restrictiva. Los varones se conectan con lo concreto y se dirigen a lo abstracto; las mujeres, en cambio, se conectan con lo abstracto y tratan de entregarse a lo concreto.

Estos libros nos enseñan la conexión femenina con el espíritu; nos demuestran contundentemente el lado femenino del razonamiento; en otras palabras, nos hacen entender el concepto de Ometecihuatl.

Ambos libros fueron prologados por el nagual Carlos Castaneda quien, en el de Florinda Donner, señala que al preguntarle a la autora la razón de escribir el libro, ella le contestó que le era indispensable relatar sus propias experiencias en el "arte de ensoñar" para "incitar" intelectualmente a los que pretenden tomar en serio los conocimientos de la Toltecáyotl que manejó Don Juan, y que versan sobre las ilimitadas posibilidades de la percepción humana.

Entrando a "El arte de ensoñar", diremos que representa un desafío. En la contraportada Carlos Castaneda señala que fue un trabajo difícil y que cuando lo terminó pensó que no debería publicarlo. Sin embargo, las guerreras lo "transportaron" a la segunda atención y años después el texto se transformó, con una “ominosa fuerza” que no tuvo al ser

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