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imagen de sí mismo; esa es la única ayuda real que Castaneda recibió de Don Juan; si acaso, enseñarle que el mundo es algo más, que lo que está ahí enfrente, y que el ser humano posee inconmensurables poderes que no desarrolla. La toltequidad no es cuestión de palabras e ideas, es cuestión de actos y percepciones de energía.

Don Juan le dice a Castaneda que la Toltequidad es una aventura al principio, a la esencia de la humano. Que en ese camino en verdad, no se necesita maestro, gurú o método. Simple y sencillamente acotar al límite al ego. Reducir sensiblemente la importancia personal, deshacernos de los apegos, ser humilde y vivir impecablemente. Sea un ser humano común o un aprendiz de guerrero.

Lo que requiere un aprendiz es tan sólo una mínima oportunidad de llegar a tener conciencia del espíritu; conciencia de que el mundo es un todo de energía y que el ser humano es un "huevo luminoso" con un delicado capullo que contiene una mínima parte de la energía que hay afuera; que el ser humano percibe "el mundo" a partir de que alinea la energía de afuera con la interior, y que a eso se le llama "el punto de encaje"; que la importancia personal requiere un gasto extremo de energía para fijar el punto de encaje en un lugar determinado del capullo y que sí reduce la importancia personal puede liberar energía, y que con esa energía liberada puede mover el punto de encaje y que a eso se le llama "intento", y que el intento es hacer que los comandos del Águila puedan dirigirse con intención propia; y que al hacer esto se crea un vínculo con el espíritu que puede lanzar al guerrero a la tercera atención, a consumirse en el fuego interno, a recibir el "don del Águila", a la libertad total, a la conciencia total; que para cada uno de estos niveles los nuevos videntes toltecas han elaborado, a partir de los conocimientos milenarios de los antiguos videntes toltecas, una estrategia que llamaron "el camino del guerrero" que, a su vez, tiene diversas técnicas, pero que la mayoría tratan por diversos medios de liberar la imagen que tiene el aprendiz de sí mismo y que no es otra cosa que mover el punto de encaje.

La Toltequidad es un viaje de retorno al espíritu, a lo abstracto, al conocimiento silencioso. La humanidad hace mucho tiempo tenía su centro en lo abstracto y el guerrero debe luchar inflexiblemente para regresar a él. Los guerreros y las personas comunes no necesitan maestros, guías o ayudas. Todo empieza en ellos, está en ellos y termina en ellos. Lo importante es que el individuo esté consciente de sus posibilidades, que posea una disciplina férrea, que mantenga un esfuerzo sostenido y un intento inflexible. Su campo de batalla está en el mundo cotidiano y el enemigo a vencer es él mismo.

Nuestros abuelos toltecas lo decían poéticamente a través de la lucha que debían entablar los guerreros jaguares y los guerreros águilas en la guerra florida, para hacer "florecer su corazón". Estos hombres de aquellas épocas se llamaban a sí mismos "la hermandad del Sol" o "la hermandad blanca". Eran los sostenedores espirituales del quinto Sol, los alimentadores del Águila—Sol, con su sacrificio espiritual.

La imagen que tiene el ser humano moderno de sí mismo, es lo que lo ha alejado de lo abstracto, del espíritu. El mundo de la imagen de sí mismo es el mundo de la mente, por cierto muy frágil. El mundo de la mente se sostiene por unas cuantas ideas claves que le sirven de orden básico y son ideas aceptadas tanto por el conocimiento silencioso como por la razón.

Cuando esas ideas fracasan, el orden básico se derrumba, dejando de operar.

Una de esas ideas claves es que somos un bloque sólido, que somos inmutables. La mente puede aceptar que nuestra conducta pueda cambiar, que nuestra forma de pensar y actuar también cambien; pero la idea de que podamos cambiar nuestro

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