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LIBRO I.

Veinte estadios ocupa, á semejanza
De los Gigantes hijos de la tierra
Briareo, ó Tiphón, cuya pujanza,
Según pinta la fábula, al potente
Jupiter hizo formidable guerra,
Hasta que en fin, armado dol ardiente
Rayo, los hizo caer precipitados,
Y junto á Tarso fueron sepultados.
Tal en las hondas la Ballena inmensa,
Reina del mar, de lejos aparece,
Que cuando inmóvil duerme entre la densa
Niebla, que es tan frecuente en la apartada
Costa de la Noruega, siempre helada,
Al pescador atónito parece
Una isla, y confiado, en su piel dura
El áncora clavando, cree segura
Su débil barca, hasta que en el Oriente
La suspirada Aurora se presente.
Así el infernal Principe extendia
Su cuerpo enorme sobre el inflamado
Golfo en que, para siempre encadenado,
Gemido hubiera, si el Omnipotente,
Que acrecentar su humillación quería,
Y su castigo, no le permitiera
Que de aquella prisión cruel saliera,
Por este medio aquel endurecido
Monstruo, al forjar ansioso las ajenas
Miserias, nuevamente confundido,
Había de agravar sus propias penas,
Y ver, de eterna rabia consumido.
Que sólo había servido su malicia,
Contra el linaje humano dirigida,
A dar mayor realce á la justicia
De Dios, con su sentencia,
Por sus nuevos delitos merecida,