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LIBRO I.

»Triunfa en el cielo solo y sin rivales,
»Desprecia nuestras fuerzas desiguales,
»Y no recela ser acometido,
»Dejándonos el tiempo suficiente
»Para adoptar el medio más prudente.»
Así habló Satanás, en la apariencia
Intrépido, mas dentro acongojado,
Maldiciendo su mísera existencia,
De su debilidad desesperado;
A lo que en tono ronco y lastimero,
Así le respondió su compañero:
«¡Oh Príncipe! ¡Oh caudillo generoso
»De tantos Tronos, tantas Potestades!
»¡Que de los Serafines ordenados
»Condujiste los fieros batallones
»Al combate más justo y peligroso
»Que ocurrir puede en todas las edades!
»¡Tú, que con tus heroicas acciones,
»Incapaz de temor, dudar hiciste
»Si debe el Criador Omnipotente
»Su autoridad suprema al contingente
»Azar, ó si en su mismo ser consiste!
»¡Ah! ¡Demasiado ví la inesperada
»Confusión, la derrota desastrada
»De todo nuestro ejército valiente,
»Después de hacer temblar estremecida
»Con sus esfuerzos la extensión del cielo:
»La fiera destrucción, que de la vida
»Feliz (pues que otra no puede quitarnos,
»Siendo Deidades, la enemiga suerte)
»Nos privó, y nos entrega al desconsuelo
»De otra peor é interminable muerte,
»Que en este abismo debe atormentarnos!
»¿Qué fruto, con efecto, sacaremos
»De nuestra eterna y mísera existencia,