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LIBRO I.

»De pensar que á un ejército sin cuento
»De espíritus tan nobles, é inmortales,
»Precipitar lograse en un momento.
»Del cielo, hasta estas simas infernales?
»Pero todo el furor de ese terrible
»Enemigo, ni el mal que aun puede hacerme,
»Jamás podrán al arrepentimiento
»Ni á la menor bajeza resolverme.
»Por más que pierda el resplandor visible,
»La majestad augusta,
»Primer objeto de su envidia injusta,
»Que corresponde á mi naturaleza,
»Jamás dejará mi ánimo inflexible
»El odio, la venganza que ha jurado
»A ese Altísimo sér que me ha obligado,
»Humillando envidioso mi grandeza,
»A disputarle el cetro, sostenido
»De innumerable ejército, escogido
»Entre los inmortales
»Seres tratados con igual vileza,
»Que mis nobles banderas prefirieron
»A las de su opresor, que defendieron
»Conmigo sus derechos naturales,
»Combatiendo en los campos celestiales
»Con dudosa batalla, y conmovieron
»Su eterno trono. Es cierto que perdimos
»El campo; mas ¿qué importa? No esta todo
»Perdido, si concordes retuvimos
»El ánimo invencible,
»Y nos queda el ingenio necesario
»Para encontrar un modo,
»Por más que sea osado y temerario,
»Con que saciar el odio inextinguible,
»La venganza, la ira
»Que ese fiero enemigo nos inspira;