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PARAÍSO PERDIDO.

Que sus banderas sigue. Un breve sueño
Fué su felicidad. ¡Cuán diferente
Era, oh suerte, el lugar en que habitaron,
Cuando de Dios las manos los formaron!
Tres veces más que desde el eminente
Polo septentrional hasta el segundo
Polo, que á una con él sostiene el mundo,
Hay desde aquel divino
Alcázar, á su cárcel, de camino.
Mas ya el furioso Arcángel, descubriendo
Sus secuaces en medio del horrendo
Fuego de un incesante torbellino
De rayos que sobre ellos, apiñados,
Llueven aún del cielo, atolondrados,
Da un profundo gemido, y distinguiendo
Al fiero Belzebuth poco distante,
Le habla con ronca voz de esta manera:
«¡Si, eres tú aquél...! mas ¡oh, cuán diferente,
»Cuán distinto del que era
»Hace poco una estrella tan brillante,
»Un principe glorioso y eminente,
»En aquellas regiones venturosas
»Moradas de la luz y la alegría!
»Del que, entre mil millones de gloriosas
»Deidades, en beldad sobresalia!
»Sí, eres tú aquel que en la atrevida guerra,
»Conmigo unicron en estrecha alianza
»Los planes, los deseos, la esperanza,
»Como ahora la desgracia nos encierra
»Juntos en este abismo tenebroso!
»¡Si, eres aquel Arcángel poderoso
»Igual á mí, que ruina lamentable
»Nos perdió para siempre! ¿Y quién podía
»Adivinar la fuerza formidable
»De sus ardientes rayos? ¿Quién había