Página:Paraíso perdido - Tomo I (1882).pdf/125

Esta página ha sido corregida
5
LIBRO I.

Con amargo dolor, ya la perdida
Felicidad, ya el bárbaro tormento
A que está para siempre reducido.
Vuelve después la triste y encendida
Vista, á lo lejos, á uno y otro lado.
En sus ojos, el triste abatimiento,
El desmayo profundo está pintado,
Junto á la endurecida
Soberbia y al rencor más obstinado.
Da al contorno una fúnebre mirada,
Tan lejos como alcanzan los vivaces
Ojos de un ángel, por la dilatada
Extensión, y á sus miseros secuaces
Ve en aquel mar ardiente amortecidos
Fluctuar entre las ondas esparcidos.
Observa a todos lados una oscura
Bóveda ininensa, que las llamas cubre
Del lago, que en lugar de una luz pura
No esparcen más que pálidos horrores
De un resplandor funesto, una palpable
Lobreguez, que descubre
Aquel vasto recinto de dolores,
Asilo de las sombras espantable,
Y visiones horribles. Desgraciada
Región, que para siempre está cerrada
Al reposo y la paz; que aun la esperanza,
Que á todas partes lleva su consuelo,
Jamás visita; en donde la venganza
Sobre el malvado agota el justo cielo
Con diluvio de fuego, alimentado
Eternamente por su soplo airado.
Tal es la prisión dura, preparada
Por la justicia del Eterno dueño,
Para siempre, á aquel Ángel insolente,
Y á la turba rebelde y obstinada