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Cuentos y narraciones

Al cabo de una semana se estableció una correspondencia entre nuestros jóvenes. La oficina postal fué el hueco de una encina. Nastia hacía secretamente de cartero. Allí llevaba Alejo sus epístolas escritas en gruesos caracteres, y allí encontraba las de su amada escritas en tosco papel azulado con letra irregular. Aculina se iba acostumbrando por lo visto á escribir correctamente y se notaba que su inteligencia poco a poco se desarrollaba y se hacía más culta.

Entre tanto la reciente amistad de Ivan Petrovitch y de Gregorio Ivanovitch se había fortalecido y de allí á poco se convirtió en intimidad. Muronsky pensaba á veces que á la muerte de Ivan Petrovitch toda su fortuna pasaría á manos de Alejo Ivanovitch y que entonces este último sería uno de los propitarios más ricos de la comarca, á quien no habría que poner ningún reparo si quisiera casarse con Lisa. El viejo Berestow por su parte, aunque seguía creyendo que su amigo tenía algo de loco, mejor dicho que estaba poseído de lo que el llamaba tontería inglesa, no podía menos de confesar que no le faltaban cualidades excelentes, entre ellas la de tener agudeza de ingenio. Gregorio Ivanovitch era próximo pariente del Conde Pronsky, persona conocida y de gran influencia que podía ser de gran utilidad á Alejo, y Muronsky se figuraba que Ivan Petrovitch se alegraría en extremo de poder casar á su hija tan ventajosamente.

Así pensaban los padres sin decir nada, hasta que por último hablaron del asunto, se abrazaron y se prometieron trabajar para que el plan tuviese éxito, decidiendo que cada cual emplease los medios que más adecuados estimase.

Una dificultad se ofrecía á Muronsky y era la de convencer á su hija y obligarla á que trabase amistad más íntima con Alejo, á quién no había vuelto