Página:Páginas eslavas - Cuentos y narraciones (1912).pdf/123

Esta página ha sido corregida
121
Julián Juderías

rro corrió ladrando hacia ella al propio tiempo que una voz masculina decía: tout beau, Sbogar, ici y que un cazador joven surgia de entre las matas.

—No tengas miedo, hermosa, exclamó dirigiéndose á Lisa. Mi perro no muerde.

La joven se había repuesto del susto y supo aprovechar las circunstancias.

—Señorito, respondió entre recelosa y tímida: me da miedo; no ves que malo es; ya vuelve á ladrar otra vez.

Alejo (el lector lo habrá conocido ya) no apartaba los ojos de la campesina.

—Te acompañaré si tienes miedo, le dijo; ¡me permites que vaya á tu lado?

—Y ¿quién va á impedirlo? replicó Lisa. La vOluntad es libre y el camino es de todos.

—¿De dónde eres?

—De Prilutchin; soy hija de la señá Basilia y voy á coger setas. (Lisa llevaba una cestita en la mano) ¿Y tú de donde? ¿De Tugiloff, no es verdad?

—Así es, soy el ayuda de cámara del señorito, respondió Alejo, queriendo igualar su condición á la de la joven. Esta se echó á reir.

—¡Mentira! dijo te crees que soy tonta. El señorito eres tú.

—¿Por qué crees eso?

—Por todo.

—Sin embargo...

—¿Cómo sa ha de confundir al señorito con el criado? El traje no es el mismo y el modo de hablar es distinto, y al perro lo llamas en una lengua que no es la nuestra.

Lisa le iba gustando cada vez más á Alejo y como estaba acostumbrado á no gastar cumplidos con las campesinas que le agradaban, quiso darle un abrazo, pero la joven dió un salto atrás y se pu-