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Cuentos y narraciones

—Bueno, ¿y Berestow?

—A eso voy. Nos sentamos á la mesa: la mandadera en el sitio de preferencia, después yo... las hijas de la mandadera se pusieron furiosas pero yo me rio de ellas y de otras...

—¡Ay! Nastia, que pesada te pones con tus eternas simplczas!

—¡Y V. que impaciente es.

—Pues bien, estuvimos en la mesa así como tres horas. ¡Y qué comida! Pirogas de todas clases... Después nos levantamos y fuimos al jardín á jugar á la gallina ciega. Alli fué también el señorito...

—¿Bueno y qué?.. ¿Es tan guapo como dicen?

—¡Guapisimo! Un real mozo. Robusto, alto, 20loradote...

—¿De veras? ¡Y yo que creía que era pálido! ¿Y qué te pareció? Estaba, triste pensativo....

—¡Jesús! ¡qué idea! En mi vida he visto muchacho más chistoso. Estuvo jugando con nosotras á la gallinita ciega...

—¿Con vosotras? ¡No es posible!

—Y tan posible. Y no fué eso lo único que sucedió, sino que á la que cogía le daba un beso.

—¡Mientes, Nastia!

—No miento, señorita si hubiese V visto lo que tuve que forcejear para que me soltase. Todo el día lo pasó con nosotras.

—Pero ¿cómo ha de ser así? si dicen que está enamorado y que no mira a nadie.

—No lo sé. Lo que es á mí, bien que me miró, y á Tania, la hija del mandadero, y á Pascha, la hija del hortelano. A decir verdad, el muy tunante no molestó á nadie.

—¡Parece mentira! ¿Y que dicen de él en la casa?

—Dicen que es muy bueno y muy alegre. Lo malo es, que le gusta demasiado correr detrás de