tiembre, pero este año no fue así. Ya era mediado de octubre, y aún las nubes soltaban lluvias cada noche y durante la mayor parte de la noche haciendo viajar, que debería haber sido mejor que en cualquier otra época, y casi imposible y lento cuando mucho. Estaba lloviendo cuando salimos de Tornila, y apenas vimos el sol ese día. El campo de Colima a Zapotlán es muy poblado, y en la parte media de casi toda la tierra arable se cultiva.
El camino es muy ancho, pero pobre, y cerrado entre muros altos y sustanciales de piedra. Los cultivos son maíz, frijol, calabaza, arroz, caña de azúcar, etc., etc., y todos son muy buenos. Desde Tornila ascendimos rápidamente, y pronto estábamos entre las faldas de la Sierra Madre de México. El campo no es diferente de Arizona Central en formación, pero la vegetación es espesa y exuberante a un grado más allá de comparación. En todas las casas a lo largo de la carretera hay pequeñas ventanas abiertas, en que se exponen para venta fruta, y pan, pasteles, tortillas y queso. Por un medio—mitad de un real, o seis y un cuarto centavos—se puede comprar un pan de leche lleno de plátanos u otras frutas, y pan, etc., es muy barato.
Mujeres, vestidas ligeramente con camisas y faldas de algodón suelto, se ven en todas las casas, en cuclillas ante bloques huecos de lava, en que muelen hasta obtener una pasta del maíz cascado medio cocido, de lo que hacen tortillas. Colocar un poco de maíz en la piedra, toman presionado, con ambas manos, una piedra de un pie de longitud y tres pulgadas cuadradas, que frotan adelante y atrás sobre el maíz hasta que se reduce a una pulpa, luego tomando una pequeña masa, le dan palmadas con ambas manos