unos veinticinco años de edad, tez de oliva, características clásicas, seis pies y tres pulgadas de altura, y delgado y recto como una joven palmera. Nunca vi un jinete más fino—todos estos hombres montan como Centauros—o un hombre mas guapo. La hebilla de su cinturón era de plata finamente labrada, su pistola y de funda de pistola, maravilla de rica ornamentación en el mismo metal.
En Tecolapa, a doce millas de La Calera, vimos largas filas de mujeres indias yendo al pozo con jarras de agua en sus hombros, exactamente como se ha hecho en Palestina desde los días Jacob y Rebecca hasta nuestros días.
Hay treinta y seis millas de La Calera a Colima. El Gobierno está gastando una gran suma en nivelar un camino de carro sobre las montañas de Colima al mar, y las treinta millas cercanas a Colima están acabados. Pero la tormenta la dañó lastimosamente, y en muchos lugares era casi intransitable. Cayó la lluvia, y cuando la Luna bajó detrás de las montañas, la oscuridad agregó a la de dificultad el viaje, y fuimos a ritmo de tortuga. Cambiamos equipos tres veces en las treinta y seis millas, pero fue a las 2 en punto de la madrugada cuando salimos de la larga "Vía de Colima" a la calles bien pavimentadas de esa fina ciudad vieja, y nuestro carro, con un alboroto y ruido que despertó a todos los vigilantes dormidos, enrollados a la puerta de la mansión verdaderamente palaciega del Señor Huarte.
